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CARACOLA MARINA


Flor oceánica, testigo mudo de batallas corsarias,

del mensaje indescifrable que la botella arrojada al mar guardaba.


Espectadora del juego de vida y muerte

escenificado por habitantes de oscuras simas,

seres insospechados de formas infinitas.


Bajel que la naturaleza forjó en su oleaje perpetuo,

en su continuo devenir,

troquelando los vértices de tu cuerpo,

los rincones que guardan los secretos milenarios

que se revelan en el espacio doméstico

de mi oído…

TRES MALETAS

Pintura de Sandra Robles Montijo

Cuando lo conocí me llamó la atención su carácter a la vez que era muy serio, decía cosas que me gustaban y me hacían reír. Por eso me casé con él y también porque tenía un buen negocio, una refaccionaria. Nunca me ha gustado vivir en la pobreza, en casa de mis papás a veces no nos alcanzaba ni para comer, tampoco pude estudiar, solo hice la primaria, con muchas dificultades. Aun así conseguí colocarme de dependienta en algunas zapaterías porque dicen que estoy de buen ver.

Trabajé en la colonia Juárez en un local junto a la refaccionaria de Juan. Ahí nos hicimos novios, como el también viene de una familia humilde no le importó andar conmigo, aunque ya en ese tiempo tenía su buen dinero.

Después de un año nos casamos, trabaje con él y me di cuenta que tengo facilidad para los negocios, en un rato me hice cargo de muchas cosas. Juan me tenía confianza por lo que nuestras cuentas siempre estuvieron mancomunadas.

Al principio se portaba muy bien conmigo, me sacaba a pasear y nos divertíamos mucho. Pero después ya no. Era muy celoso y me acusaba de andar con otros aunque no era cierto. Lo de José Luis fue después.

Pasado el tiempo me empezó a golpear. Me daba miedo cuando anochecía y no llegaba, tomado se envalentonaba y a mi me iba mal. Con el tiempo mi situación se hizo insoportable, Juan se volvió más violento, de cualquier cosa se irritaba, me gritaba y humillaba delante los empleados, una vez me quiso golpear cuando estábamos con José Luis, pero él lo detuvo. Lo peor fue cuando me dislocó un hombro y me tuvieron que hospitalizar. Después de las golpizas me daba mucho sentimiento y coraje y no podía descargarlo con nadie, por eso lo odié. Pensé que la vida sería mejor sin él.

Hace como tres meses conocí a José Luis, llegó a la casa con Juan. Desde un principio me di cuenta que yo le gustaba, recorría mi cuerpo con la mirada y la voz se le hacía distinta cuando hablaba conmigo. Con cualquier pretexto nos visitaba. Después empezó a llegar cuando no estaba mi esposo. Es muy guapo y por eso le correspondí, aunque me daba terror que Juan se diera cuenta.

Al principio solo era una idea, después se hizo más clara, yo no quería renunciar a mi vida, me encontraba a gusto con el negocio, con las comodidades que tenía y también por que no decirlo, con el cariño y las atenciones de José Luis. Al único que no soportaba era a Juan, le tenía miedo y mucho resentimiento. Ese pensamiento se me fue metiendo en la cabeza, imaginé muchas formas de hacerlo.

Lo comenté con José Luis y en ese momento no estuvo de acuerdo conmigo, pero cuando le conté lo que me pasaba me dio la razón y empezamos a planearlo. Pensamos que sería más fácil si lo llevábamos lejos de la ciudad y buscar algún pretexto para emborracharlo. Se nos ocurrió hacerlo en una cabaña propiedad de José Luis.

Las cosas no fueron tan fáciles, Juan se puso violento y nos costó mucho trabajo dominarlo, aunque estaba muy borracho y mareado, pues le pusimos unas pastillas en su bebida. José Luis por fin lo detuvo y le dio varios golpes. Cuando le pegó en la cabeza con un marro, tal como habíamos ideado, un gran chorro de sangre le empezó a salir y fue cayendo poco a poco, lo que más llamó mi atención es que empezó a temblar con todo el cuerpo como si tuviera un ataque de epilepsia y luego se quedó completamente quieto, fue cuando supimos que todo había acabado. En ese momento no me dio nada de lástima, al contrario sentí que quedaba en paz. ¡Todo lo que me había hecho estaba pagado!

El piso de la cabaña se lleno de sangre y lo tuvimos que limpiar, José Luis se puso muy nervioso y me preguntó que como nos íbamos a deshacer del cadáver. Yo le dije que me tenía que ir al negocio para que no sospecharan y que hiciera lo que creyera conveniente.

Estando en la refaccionaria me habló por teléfono, pidió que comprara unas maletas y pasara por él a la cabaña. Así lo hice, le pregunté que donde tenía a Juan, me señalo el baño, cuando fui allá, en la tina alcance a ver una masa sanguinolenta, un revoltijo de músculos y huesos entre los que pude reconocer los brazos y los pies de Juan. En el extremo opuesto su cabeza. Ante tal horror ¡¡creí que me miraba!! José Luis había descuartizado a Juan. Entonces si sentí miedo y remordimiento.

Con todo dándome vueltas y el estómago revuelto le pregunté a José Luis que íbamos a hacer, me dijo que metiéramos el cadáver en las maletas y que lo revolviéramos con alguna ropa para tirarlo en un baldío…así lo hicimos. Estábamos muy nerviosos y fuimos a las afueras de la ciudad, vimos un terreno alambrado y ahí las dejamos. Parecía que no había nadie pero ya cuando nos alejamos alcance a ver por el espejo a una persona que se nos observaba…sentí que se me enchinaba la piel de miedo.

Ahora sólo nos queda justificar con los empleados, la ausencia de Juan pues el no tiene ningún familiar que lo extrañe ni lo vaya a buscar.